¿Por qué celebramos los eventos comiendo?
Cualquier acontecimiento importante que suceda en nuestra vida se celebra comiendo. Un buen banquete es el broche de oro que completa un gran logro, un nuevo camino o la consecución de un deseo que, por fin, se ha visto reflejado en nuestra existencia. Es así como queremos compartirlo con los demás a través de un festín que toma forma de ricos alimentos y exquisitos manjares. De ahí que comer en grupo sea algo más que un mero acto de nutrición vital y necesaria para la supervivencia.
Cualquier fecha puede ser importante en nuestra vida, ya sean las estipuladas por tradición o festividades especiales, como en eventos puntuales o para estrechar lazos entre amigos, colegas o compañeros de trabajo. Cualquier motivo nos sirve para juntarnos alrededor de la mesa y celebrar que la vida nos sigue dando más oportunidades cada día. Si estás buscando un restaurante para grupos en Eibar, ya has llegado al perfecto. Pero ¿sabes de dónde viene y por qué celebramos los eventos comiendo?
Los grandes banquetes
El primero de la historia
Aunque nos pueda parecer que los grandes banquetes son una invención más o menos moderna, nada más lejos de la realidad. Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha necesitado comer para sobrevivir, además es el único ser vivo capaz de elegir, seleccionar y buscar las propiedades y combinaciones necesarias para, a partir de los alimentos básicos, formar nuevos alimentos.
Según ciertos vestigios históricos, el primer gran festín de la historia nos lleva a 12 000 años atrás en Galilea, Israel. Al parecer se celebró una gran comilona para celebrar un entierro, así lo demuestran los 60 caparazones de tortugas y restos de otros animales encontrados en una cueva.
Los antiguos griegos, inventores del banquete
Aunque algunos historiadores sitúan a la Antigua Grecia como el centro neurálgico de los grandes ágapes, se conocen también a otras civilizaciones, anteriores, que realizaban sus ceremonias a través de un buen festín, donde los alimentos eran los auténticos protagonistas. Es así como los egipcios, sumerios o mayas, celebraban sus días especiales alrededor de un buen menú.
Lo que sí es cierto que los antiguos griegos fueron los que crearon el banquete como tal, haciendo que estas celebraciones gastronómicas fueran mucho más refinadas y delicadas que las que hasta entonces se llevaban a cabo. Ellos fueron los que empezaron a utilizar enseres de mesa como las vajillas, así como un mayor cuidado en el servicio y cocinado de los alimentos.
De sobra son conocidos los tremendos festines de la Antigua Roma, especialmente por su lujo y derroche. Se tiene constancia que Julio César ofreció un banquete para 3000 personas que duró 10 días. Una de las grandes innovaciones de entonces fue el uso de mantel y servilletas.
Cualquier acontecimiento puede ser susceptible para realizar un gran festín: la conquista de un territorio, la coronación de un rey, cualquier acontecimiento religioso, como puede ser un bautizo, una boda o una primera comunión, el paso de la edad juvenil a la adulta o un logro importante en los estudios o el trabajo. Un buen banquete es un símbolo de poder, y nada mejor que compartirlo con los demás para demostrarlo, además del agradecimiento, alegría o triunfo.
Nos reforzamos como individuos
Los banquetes han servido, y sirven, para que los seres humanos, de forma individual, se manifiesten y expresen dentro de un ambiente lúdico, agradable y festivo. Es así como aprendemos a comunicarnos a través de una serie de signos y símbolos cuyo eje principal es la alimentación. Más allá del placer de nutrirse, aparecen otras formas de comportamiento a través de los rituales que comporta estar comiendo en grupo.
Tanto la elección del menú, el lugar y el tipo de comensales, suele estar asociado a nuestra reafirmación como individuos de forma particular, asegurando nuestra personalidad y mostrando identidad específica sobre nuestro entorno y círculo social.
Nos reforzamos como grupos
Del mismo modo que establecemos una comunicación, de modo individual a partir de la forma de comportarnos ante un evento, también lo hacemos a nivel colectivo. A través de un buen banquete, estrechamos lazos familiares, laborales y sociales, ya que nos encontramos en un momento festivo y lúdico donde la comunicación resulta más fluida y cercana.
Un banquete va más allá de la propia celebración de un determinado evento, es un lugar de encuentro y sociabilización que fomenta la convivencia grupal.
Las tradiciones
A lo largo de un año, y mucho más de una vida, son muchas las festividades, eventos y tradiciones que suceden y que, de forma automática e indudablemente, van asociadas al mundo de los alimentos. Es como si las celebraciones, sin ellos, estuvieran vacías de significado.
La navidad con sus turrones, cavas o pavo; las bodas con su tarta ceremonial, mariscos o buen vino o la Pascua con sus típicos dulces o platos de vigilia. No podemos obviar que nuestro calendario está repleto de celebraciones que van unidas a ese acto, casi litúrgico, de preparar los alimentos que le corresponden por tradición.
Elegir el lugar adecuado
Para que el banquete resulte un éxito, consiguiendo ese propósito fundamental de una perfecta celebración, es necesario saber escoger el lugar adecuado. El ambiente que nos ofrezca el entorno va a influir, de forma favorable o desfavorable, a ese encuentro mágico en el que estrechar lazos.
Necesitamos un espacio amplio, que ofrezca una buena acogida y donde prime la comodidad, además de un buen servicio. Sin olvidar, por supuesto, la elección de unos buenos menús para grupos en Eibar. Alimentos de temporada, cocinados con la mejor tradición y respetando las cualidades de los mejores productos; cocina tradicional vasca que te ofrecemos en nuestro restaurante bueno y económico en Éibar.
Y recuerda que, como dijo Cicerón: el placer de los banquetes debe medirse no por la abundancia de los manjares, sino por la reunión de los amigos y por su conversación. No obstante, si esto se produce ante un delicioso menú y un ambiente agradable, mucho mejor.